América
Desde Alaska hasta Tierra de Fuego, toda una sucesión de “nuevos mundos” que es imposible resumir en unas pocas líneas. Viajar a América es para nosotros, los europeos, una experiencia casi iniciática que se ve agravada por el hecho de “cruzar el charco” y por la idea instalada en nuestro ADN de que el nuevo continente lleva entre nosotros poco más de 500 años.
Norteamérica es el gran norte de Canadá y la región de los grandes lagos, las impresionantes cataratas del Niagara, las Montañas Rocosas, las grandes urbes de Nueva York, Washington, Boston, Chicago, Los Ángeles o San Francisco; los espectaculares paisajes del Gran Cañón del Colorado, atravesar el país de costa a costa por la mítica route 66, los grandes parques naturales, la magia de Hollywood, el carácter especial de Nueva Orleans, el jazz y el blues, el lejano oeste, la bella y cálida Florida y tantas cosas más que no es posible abarcar en un solo viaje.
México y América Central es sumergirse en un mundo totalmente distinto, en el que se mezcla la herencia indígena de los Aztecas y los Mayas con la impronta colonial de la dominación española. Todo ello en una sucesión de escenarios naturales en la que compiten las espectaculares playas del Caribe con la jungla costarricense o las increíbles ciudades coloniales de Guatemala, por citar sólo algunos ejemplos de lo que puede ofrecer este relativamente pequeño territorio que une los dos subcontinentes.
Ya en el Sur, el catálogo de destinos es interminable: Colombia, Ecuador, Bolivia, Brasil, Perú, Argentina, Uruguay, Chile. Cada uno de ellos con sus características propias y con una riqueza natural, cultural, gastronómica que hace difícil que nos podamos decidir o que, una vez dado el salto, no queramos repetir.
Decir América es abrir la puerta a una apabullante pluralidad de destinos, a cual más atractivo e interesante.